
Si un cristiano limita la obra redentora de Dios por contentarse simplemente con vencer el pecado, se queda corto del propósito de Dios. Hay que vencer a la vida natural (el yo) y también hay que vencer al enemigo sobrenatural. Por supuesto, es bueno vencer al pecado, pero la obra no está completa si quedan sin conquistar el yo natural y el mal sobrenatural. La cruz puede conseguirnos esta victoria.
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